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La jaula de la agorafobia


¿Alguna vez te has sentido imposibilitado para salir de casa? Las personas que sufren agorafobia, en ocasiones, no logran traspasar el umbral de la puerta. La ansiedad, un miedo fuera de lo normal y múltiples reacciones de su cuerpo, provocan que no puedan poner un pie fuera de caso.

En los casos más leves, estas personas pueden confundir la agorafobia con la claustrofobia, al no lograr habituarse a estar en espacios cerrados o con gran concentración de personas.Hoy descubrirás cómo es vivir con agorafobia, una enfermedad que muchas personas sufren, pero que pocos de nosotros sabemos. ¿Sabrías ponerte en su lugar?

No quieres hablar conmigo, te encierras… Te has creado un mundo paralelo para que nadie te haga más daño…
La jaula de la agorafobia


Vivir con agorafobia es como vivir en una jaula. Esta jaula la creamos con nuestros miedos, nuestros traumas, nuestros problemas de la infancia. Se puede decir que esta jaula en la que nos encontramos es como una fortaleza o esos muros que elevamos cuando alguien nos daña. Así evitamos volver a ser dañados, aunque nos estemos haciendo igualmente daño.

La agorafobia no surge porque sí. Hay motivos muy personales tras cada persona que pueden provocar que desarrolle esta enfermedad. En ocasiones, la agorafobia deriva tras sufrir diversos ataques de pánico, ataques de ansiedad, miedo escénico, entre muchos otros problemas.

Sentirse solo y aislado no es algo agradable, pero es la opción que a veces vemos para huir de nuestros miedos
En los casos más graves, la agorafobia puede surgir a causa de una violación, de abusos, de maltrato y otras circunstancias que cursan con miedo y una necesidad de protección. Es difícil saber cómo es posible que sea tan difícil para una persona salir de su propia jaula. La verdad es que ya no solo es una cuestión mental, sino que los síntomas físicos que muestran también son una fuerza que los obliga a regresar a su jaula.

Por ejemplo, una persona con agorafobia se encuentra en tratamiento psicológico para empezar a salir al menos, unos pasos más allá de la puerta de su casa. Su mente es resistente, pero ella lucha contra ella y casi lo consigue. Está segura de querer cruzar el umbral de la puerta. Pero, de repente, empieza a sentir náuseas, a vomitar, le duele la cabeza o la barriga… Los síntomas físicos hacen que sus fuerzas flaqueen.

El miedo a situaciones que se temen


La agorafobia no deja de ser un miedo irracional a ciertas situaciones que se rechazan: “No soporto estar con tanta gente a mi alrededor y eso provoca en mí una serie de elementos que se activan.” El cuerpo se pone en alerta, estás ante un peligro, aunque probablemente no sepas por qué le tienes tanto miedo a esa situación. ¿De qué realmente tienes miedo?

Miedo de pasar tiempo a solas.
Miedo de los lugares donde escaparse sea algo difícil.
Miedo de perder el control en público.
Miedo al abandono, dependencia hacia los demás.
Miedo a sentirse ajeno o separado de los demás.
Todos estos miedos provocan que poco a poco el espacio en el que vives se vaya reduciendo, hasta que este solo ocupa tu propio hogar y, en ocasiones, tu propia habitación. Los temblores, la sudoración, los vómitos, el ahogo, son tan solo algunos de los síntomas que puedes experimentar al salir de tu aparente “zona de confort”. La zona en la que te sientes seguro, una zona donde crees no podrás ser dañado por nadie.

Tu miedo se termina cuando tu mente es consciente de que es ella quien crea ese miedo
Quizás te estés preguntando en este momento, ¿hay cura para esto? La respuesta es que sí, pero no es un camino fácil. Será duro, un tratamiento que llevará meses, incluso años. Tu cuerpo está en alerta, tu mente tiene miedo… Debemos descubrir qué es lo que se teme para solucionarlo y hacerle frente. Escapar, enjaularlos, nunca será una alternativa sana para nosotros.



Cuando empiezas a sentir que no encajas en este mundo, cuando solo ves dolor a tu alrededor, cuando te defraudan constantemente, puedes volverte apático, poco sociable… puedes empezar a quedarte demasiado tiempo en casa.

Esto también puede generar que llegado cierto día no logres salir. No temas, el dolor forma parte de nuestra vida y crear una muralla nunca será beneficioso para nosotros, pues el día en que queramos derribarla, no podremos.

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