Y si eso sucede, es porque nunca le importaste de verdad
Es un hecho que las relaciones son cambiantes y que el amor se acaba. Sabiendo esto, es natural que aceptemos que en un momento u otro pasaremos de un primer plano a un segundo e incluso a un tercero. Sin embargo, no es tan lógico que estos cambios sean de la noche a la mañana, ni en una relación en la que supuestamente hay amor.
Cuando vivimos esto en nuestra piel, comenzamos a estructurar una mapa mental con el fin de conocer cuáles han sido las causas de que esa persona pase de nosotros. Obviamente, la consecuencia directa de comernos la cabeza con esta historia es muy simple: acabamos montándonos una película que ni nosotros mismos nos creemos.
Intentamos excusar a la persona que nos ignora, que actúa de manera indiferente y que, incluso, nos hace daño. Aguantamos noches en vela, despedazamos nuestra autoestima, le decimos adiós al orgullo y deshacemos en migajas nuestro amor propio.
Al final, el panorama que tenemos ante nosotros resulta desolador: nos hemos destrozado y quien tenemos o teníamos a nuestro lado lo ha permitido e incluso potenciado. Pero eso sí, puedes estar por el suelo, pero no hay nada como tocar fondo para poder salir a la superficie.
En el mismo instante en el que te das cuenta de que llevas tiempo sin importarle a esa persona, te percatas de que a quien te debes dedicar es a ti mismo. Si cultivas esa relación, conseguirás crear una red de intercambios saludables a partir de los cuales nunca más podrán destruirte.